Recuerdo a los que ya no están con nosotros
RECUERDO A LOS QUE YA NO ESTÁN CON NOSOTROS
Desde que hemos comenzado con la celebración de estos 50 años, hemos contado cómo empezó todo. Poco a poco hemos ido conociendo a las personas que han hecho posible que el Centro sea hoy en día lo que es. Pero nos faltaba recordar a los que también han sido parte importante del Centro y ya no están con nosotros.
Empiezo a nombrarlos por orden de ausencia. Javier Rodríguez Melón fue uno de los pioneros que empezó a trabajar en el Centro en la calle 4. Cuentan de él que era muy inteligente y creativo, y que su grado de implicación con el barrio y con sus alumnos era tan fuerte, que no había obstáculo que le impidiese sacar cualquier propuesta adelante.
Javier Ruiz Arana entró al Centro en 1986 haciéndose cargo de la secretaría, y fue un pilar del actual colegio. Un colegio por el que apostó como foco de renovación e impulso a la educación de los niños y niñas del barrio, así como de las personas adultas a través de la Escuela de Adultos. Quería que fueran focos de conciencia y compromiso, además de impartir una enseñanza crítica y de calidad. Creía en el pueblo, en la gente sencilla, a la que decidió entregar su vida. Formaba parte de las Comunidades Eclesiales de Base y de los movimientos de renovación de la Iglesia, pero también del Sindicato de Vanguardia Obrera.
Caridad Ballester Raigal entró al Centro en 1991 formando parte de la plantilla de las educadoras de comedor. Su carácter alegre, vitalista, trabajadora, luchadora y comprometida socialmente, hizo que encajara pronto en el CCP. Algunos la recuerdan por su tono de voz elevado, pero siempre alegre.
Esperanza Arévalo Sánchez entró en el Centro en 1997 como maestra de Educación Primaria. Dicen que entró como un vendaval, insuflando aire fresco al equipo y llenando de alegría, risas y chascarrillos divertidos todos los pasillos del Centro Cultural Palomeras. Su cole. Nuestro cole.
Cuando entraba por la puerta se notaba su presencia, porque todo era luminosidad a su paso, sus ojos claros tenían una expresión dulce y chisporroteaban cuando te miraban llenos de alegría.
Era una mujer vitalista, con una fuerza interior impresionante y con una capacidad de trabajo y creatividad increíble.
Sus alumnos y las familias la recuerdan como una maestra comprometida, alegre y cercana, que siempre tenía un consejo en el bolsillo para regalar.
Rosa García Martín entró en el Centro en 1985. Ella empezó como profesora de apoyo al alumnado de Necesidades Educativas Especiales dentro del proyecto de atención a la diversidad, que durante estos años se ha convertido en una de las señas de identidad de nuestro Centro. Con el tiempo pasó a ser tutora y pronto ocupó un puesto muy importante en el equipo de Educación Infantil.
Era una persona comprometida con su trabajo, que apostó por el cambio en la educación. Siempre le gustó hacer cosas nuevas, apoyar las iniciativas de las compañeras más jóvenes que se iban incorporando. Valoró mucho el trabajo en equipo, respetando y aceptando las decisiones que se tomaban en colectivo, fuesen favorables o no.
Sus compañeras la recuerdan con un cariño muy especial, por su amor, su cariño y su comprensión. Siempre tenía una palabra amable, sabía calmar las aguas cuando éstas venían revueltas. Sus alumnos y las familias, no han podido tener más suerte de convivir por unos años a su lado. Era una “profe” de esas que no te olvidas.
Hemos pedido a los compañer@s del Centro que escribieran unas palabras de recuerdo a cada uno de ellos y esto es lo que nos han contado:
JAVIER RODRÍGUEZ MELÓN
Javier era un compañero singular: sumamente inteligente y creativo. De él recibí la primera formación en la Pedagogía de la Comunicación, en unas charlas que me dejaron admirado: Lectura connotativa, denotativa y estructural de la realidad… Íbamos aprendiendo a hacer núcleos generadores de interés –como hoy hacéis las unidades didácticas- pero con un fuerte contenido social. Partíamos del barrio y sus problemas. Estábamos experimentando y queríamos cambiar, cambiar… Javier era un adelantado en ese sentido. Pocas personas he podido conocer con una mente más analítica y diría que brillante. Abordaba cualquier problema con serenidad, buscando la mejor solución y normalmente dando con ella. Trabajaba muchísimo creando materiales de todo tipo. La verdad es que era un gran compañero y un verdadero amigo. Puedo decir que tuve una gran suerte al conocerlo.
Recuerdo una tarde a primera hora que volvíamos Javier y yo a la clase y nos encontramos con la cerradura exterior del cole llena de silicona, con el consiguiente cachondeo de los alumnos. Cogió un formón y un martillo, reventó la cerradura y, ¡todo el mundo a clase!. No se andaba con chiquitas.
Intentaba siempre ampliar las miras de nuestro trabajo: participamos en la Asociación de Centros por la Escuela Pública (ACEP), un conjunto de coles privados de características similares al nuestro, cooperativas con arraigo popular en los barrios, que intentábamos plantear proyectos pedagógicos y reivindicaciones comunes ante la Administración; él fue un impulsor del proyecto. Con las primeras compañeras y compañeros, participó en el paso de Fundación a Cooperativa, con el estatus actual. En las reuniones de claustro Javier siempre tenía una palabra interesante que decir, fuera del tema que fuera. Había que escucharlo.
Al cabo de unos años se marchó a dirigir Asuntos Sociales en el Ayuntamiento de Zaragoza. En su funeral, lleno de gente a rebosar, sus compañeros y compañeras estaban emocionados, reconociendo sus esfuerzos y su gran calidad como persona y como mente a la hora de hacer su trabajo; seres así dejan huella por donde pasan.
Gracias Javier. Hasta siempre.
Paco Catalán.
JAVIER RUIZ DE ARANA
Querido Javier:
A veces cuesta ordenar los recuerdos después de pasar los años, pero siempre queda el rastro, la huella, el perfume de lo que fuiste para el Colegio, para nosotros, los que tuvimos la suerte de tenerte por compañero. Eso eras tú. No eras “el secretario del cole”. Eras un gran educador todo el día y todo el tiempo. De ahí brotaba tu cercanía, tu implicación en las necesidades de los tiempos duros y difíciles que nos tocó vivir allá por los años 80 en las Palomeras de la calle22.
Siempre mezclado con nosotros para mantenernos unidos. Siempre haciendo gestiones importantes, como una hormiguita silenciosa, para que el Colegio saliera adelante. Siempre acogiendo a las familias y a los chavales con tu sonrisa llena de cariño y respeto.
Era la realidad del barrio y de la gente la fuente que nos educaba y nos llamaba a dar respuestas. Barrio, padres, madres, alumnado, profesorado, hasta el Bar Manolo y el de Julián…todos cercanos, no importaban las dificultades.
Luego vino el cole nuevo. Nos parecía un palacio. Secretaría nueva hasta con impresora…
¡Qué bien lo hemos pasado cantando tus letrillas de carnavales y Navidad! … las cenas de fin de curso, las manifestaciones, las pancartas, la inspectora… Las excursiones con la Escuela de Adultos..
También trabajamos contigo y con Francisco Gutiérrez la pedagogía del “Lenguaje total” que nos abrió caminos nuevos para llegar juntos a un conocimiento significativo, creativo y crítico.
Todo eso lo transmitías en la Escuela de Adultos recién estrenada en la que estabas dando clases por las noches. La cultura popular era un núcleo fundamental en tu vida. No te quedabas reducido al colegio. Por eso tanta gente te ha querido. Eras una de esas personas, que valiendo mucho, pasan desapercibidas pero donde han estado, dejan huella.
Fuiste un ser comprometido con el tiempo que te tocó vivir. Parece que te estoy viendo subir la cuesta con tu andar pausado y tranquilo, sonriendo, queriéndonos a todos y a cada uno tal como éramos.
Me viene a la memoria el verso de Juan Ramón Jiménez: “Y yo me iré, y se quedarán los pájaros cantando”…A la hora del recreo seguirán resonando las voces y los juegos de la chiquillería…
Aunque te has ido, lo que fuiste para nosotros, siempre estará en las raíces del Colegio. ¡Cómo vamos a olvidarte!
¡Descansa en paz, compañero del alma!
Como buen vasco: ¡Boga, boga, Mariñela…!
Siempre GRACIAS, JAVIER.
Rafaela Berchez.
ESPERANZA ARÉVALO SÁNCHEZ
Esperanza llegó al cole el año 1997.
Cuando pienso en ella, la recuerdo riendo de una forma franca, con ganas, con una risa contagiosa. Pero sobre todo, lo que más destacaría de ella es que era una MUJER BUENA, era transparente, generosa y amistosa.
ESPE irradiaba cariño y te invitaba a ser su amiga.
Recuerdo muchas cosas, una de ellas fue cuando empezó a conducir, lo que le costaba aparcar y lo que nos reíamos cuando nos contaba las peripecias que le ocurrían en el coche. Otra, era lo que nos reíamos con ella cuando no entendía los chistes que contábamos en el comedor cuando comíamos las y los profes juntos, y cómo se reía ella del chiste después de explicárselo y de sí misma.
Cuando le diagnosticaron su cáncer de pecho, no dudó que lo superaría, puso toda su energía positiva a trabajar y lo consiguió.
Cuando a los tres años recayó, siguió luchando hasta el final. Nunca perdió la sonrisa, y cuando se hundía te miraba, lloraba y después decía, pero me voy tranquila, tengo todo arreglado y con un abrazo, surgía de nuevo su sonrisa.
ESPE se nos fue el 15 de abril de 2008 y dejó una huella indeleble en el CCP, en sus niños y niñas, que la adoraban y en todas las personas que trabajamos con ella.
Marisa Barroso.
ROSA M. GARCÍA MARTÍN
Hablar de Rosa en el Centro Cultural Palomeras nos hace sentir bien. Su recuerdo es alegre, positivo y con ánimo de seguir hacia adelante.
Ha sido muy bonito para tod@s nosotr@s compartir muchos proyectos, ideas y opiniones.
Rosa ha sido una persona comprometida en su trabajo y por el cambio en la educación; con ella empezamos el proyecto de atención a la diversidad que durante estos años es una de las señales de identidad de nuestro Centro; siempre le gustó hacer cosas nuevas y apoyar las iniciativas del l@s más jóvenes que iban llegando al ciclo o al claustro.
Destacamos de ella que valoró mucho el trabajo en equipo del colegio, respetando y aceptando las decisiones que se tomaban, aunque no siempre estuviese de acuerdo. Era capaz de escuchar de manera activa, tanto a sus alumn@s, familiares y compañer@s y tener en cuenta sus emociones antes de tomar decisiones.
En el claustro y en la cooperativa siempre escuchaba con atención y respeto las diversas intervenciones, y su postura siempre fue de intentar llegar a acuerdos ante opiniones contrarias. Ha sido una persona sensata y coherente, se notaba en sus valoraciones.
En el ciclo de infantil, siempre fue importante y un apoyo fundamental, destacando que era una persona muy trabajadora y creativa, siendo indispensables sus aportaciones.
Era una persona cercana, sincera, amable, con la que se podía contar como compañera y amiga.
Sus alumn@sy familias la recuerdan con mucho cariño, ya que Rosa era muy especial. Nunca se rendía y luchaba para ayudar y sacar adelante, al niñ@ que tenía más dificultades, tanto escolares, como familiares.
Después de su jubilación, obligada por su enfermedad, seguía pendiente de tod@s. Quedábamos con ella para comer o asistía a los cumpleaños a la hora del recreo. Al vernos, hablábamos de los nuevos proyectos, problemas de la clase, del cole, o personales. Siempre estaba disponible para tod@s y era la manera de sentirse vinculada al cole.
Siempre ha sido una gran persona, maestra, compañera y amiga, luchadora de la vida, como demostró hasta el último día.
Rosa siempre nos acompañará en nuestros recuerdos del día a día. Nos ha dejado la ilusión por un proyecto de colegio en el que creía, su cariño, amistad, entrega continua y cercana hacia los demás (alumnado, profesorado, familias) y sobre todo su alegría y actitud de esfuerzo ante la vida.
Nunca te olvidaremos, Rosa. Siempre estarás en nuestros recuerdos. Te echaremos mucho de menos.
Te queremos tu familia del Centro Cultural Palomeras.
Te seguimos echando de menos.
Marisa Saiz, Maribel Gil y Mónica Adrián.
CARIDAD BALLESTER RAIGAL
Cari era alegre, vitalista, trabajadora, luchadora y comprometida socialmente, una mujer cercana, un poco chillona en sus formas y siempre contenta.
Entró en el equipo de comedor muy compenetrada y se hizo querer por todas, siempre dispuesta a echar una mano en lo que se necesitase.
Siempre tuvo fuerza y ganas de seguir adelante a pesar de la adversidad.
Le encantaba leer y le gustaba mucho la poesía, en su recuerdo este fragmento de un poema de GIOCONDA BELLI.
Define cómo se sentía cuando no pudo continuar con nosotras
“Hoy me levanté crujiendo, como puerta mal aceitada.
Las bisagras doliosas de madera rígida e inflexible.
El cuerpo presto a la quejumbre.
La mente sin ánimo de pensar.”
Fuiste una gran compañera, estamos felices de haberte conocido, seguimos echándote de menos y continuamos recordándote, contando anécdotas y chascarrillos de cuando estabas con nosotras.
Rosi, Gela y Yolanda.